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Durante muchos años esta frase de que “el dolor existe pero el sufrimiento es opcional” me tocó las narices, para mí no era opcional, lo sentía y punto. Sufría.

 

Gracias a sentir miedo en muchos aspectos de mi vida y a no escaparme de él sino a mirarlo con detenimiento, curiosidad y alma de científica he aprendido mucho sobre él.

 

Un día le confesé a mi hijo Mateo mi deseo de no tener miedo, él con unos 9 años entonces me dijo, “Mami, pues yo quiero tener miedo, me cuida de no hacer todas las cosas que se me pasan por la cabeza, algunas son peligrosas”

 

Aquel día gracias a él aprendí dos cosas:

 

  1. El miedo es útil cuando cumple tu función y te previene de un peligro real.
  2. El miedo será útil cuando la intensidad de esta emoción es adecuada al nivel real de peligro.

 

Por esto puede haber una escala de palabras que nos puede ayudar a calibrar la experiencia que sentimos: precaución, susto, miedo, pánico.

 

Pensar en esta gradación me llevó a darme cuenta de dos nuevos aprendizajes:

 

  1. La interpretación de los sucesos y cómo los nombro, abren un programa de información que condiciona cómo me siento y cómo me comporto. 
  2. Transforma tu lenguaje, la historia que te cuentas sobre lo que te pasa y cambiarás tu vida.

 

Con esto sobre la mesa quiero contarte algo, la realidad objetiva no existe, lo que vemos es una interpretación de la misma pasado por el filtro del cristal de las gafas con las que lo miramos. Y de qué depende este filtro ¿ Por qué unas personas son optimistas y miran más positivo y otras son pesimistas redomados y ven el mundo como un desastre total?

 

Hay tres factores que condicionan la calidad de nuestros pensamientos y por tanto nuestra interpretación del mundo, de la vida, de lo que nos sucede, de nosotros mismos y de los demás:

 

 

Es el que hace que desde que te dicen que vas a tener gemelos veas carritos dobles por todas partes cuando antes no veías ninguno.

 

Este sistema es fundamental para regular los períodos de actividad y se ve influida por la actividad cerebral consciente –de la corteza cerebral–. A más actividad cerebral por ejemplo por el uso de pantallas y dispositivos electrónicos, más se activa el SRAS lo que a su vez activa la corteza cerebral, entrando así en el círculo vicioso que genera ansiedad y al ser apagado sensación de vacío.

 

Por todo esto no vemos el mundo como es sino que vemos el mundo como estamos en ese momento en los tres factores anteriores. 

 

¿Qué podemos hacer sabiendo lo anterior para autorregular de forma más eficaz nuestro miedo y nuestras emociones en general?

 

  1. Muévete! Camina al aire libre, busca momentos de estar en la naturaleza.
  2. Educa tus pensamientos: Cuando te sientas agitada/o, coge papel y lápiz y escribe lo que piensas, observa la calidad de tu diálogo interior y  luego cultiva una voz interior amable y compasiva contigo misma y con los demás. Cambia tu foco, amplía tu perspectiva y transforma tu narrativa en una que te lleve al estado deseado. Si te cuentas una historia de terror no pretendas sentir alegría.
  3. Ilusiónate, recupera tus sueños de niña y actualízalos a tu momento presente.
  4. Respira conscientemente, dándote cuenta de cómo se mueve tu cuerpo y como entra y sale el aire, dando gracias por estar viva aún sintiendo miedo. Haz pausas para tres respiraciones de este tipo durante el día.
  5. Regálate  momentos de apagar el móvil y sin pantallas, momentos de solo estar.
  6. Cultiva relaciones nutritivas con personas a las que quieres y que te quieren y plantéate cada día ayudar a alguien con algo sencillo. El altruismo mejora la salud.

 


 

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