El aburrimiento en el fondo es lo que se produce cuando un sujeto ya no es apto para la sorpresa, para el asombro, hablo siempre del asombro en el sentido fuerte, en el sentido de la “Verbluffang”, del anonadamiento. (…) En el aburrimiento diría, lo que nos ocurre es que accedemos a una percepción dolorosa de la repetición, la repetición se da en nosotros bajo el sesgo de lo monótono. Lacan, J., Didier Weil A.(1978-79). La topología y el tiempo, Seminario 26 Inédito.
Estamos dispuestos a comer mierda, pero no siempre la misma. Son distintas clases de coartadas, coartadas formuladas, ya simbolizadas, de la relación esencial con Otra cosa. (Lacan, 2003, p.182)
Desde hace años invierto gran parte de mi tiempo y energía en la búsqueda de una comprensión profunda de los mecanismos de funcionamiento biológico humano en general y de los míos en particular, ¿por qué y para qué hago o no hago lo que hago o lo que no hago?
Varios caminos de investigación reciente confluyeron en un lugar denominado aburrimiento y que responde a la falta de percepción de la realidad como algo novedoso que nos active la sensación de asombro y curiosidad o a lo que viene a ser lo mismo, la percepción de lo que sucede como rutinario y carente de interés.
En mi búsqueda me topé con un artículo del filósofo Santiago Alba Rico o tal vez el artículo me encontró a mí, quién sabe. Leí:
El capitalismo prohíbe el aburrimiento y para eso tiene que impedir al mismo tiempo la soledad y la compañía ¡Ni un sólo minuto en la propia cabeza! ¡Ni un solo minuto en el mundo! ¿Dónde entonces? ¿Qué es lo que queda?
Continúa, Cuenta Sor Juana Inés de la Cruz, la gran poetisa, monja y feminista mexicana del siglo XVII, que en una ocasión la abadesa del convento de los Jerónimos, a cuya regla estaba sometida, le prohibió leer y escribir y la mandó castigada a la cocina. Allí entre los fogones Juana Inés estudiaba y escribía con la mente; es decir, pensaba. Del huevo y de la manteca, del membrillo y del azúcar, mientras cortaba y amasaba y freía, sacaba una consideración, una reflexión, un hilo interminable de conjeturas, y esto hasta el punto de llegar a afirmar con desafiante ironía en su conocida carta a sor Filotea: “Si Aristóteles hubiera cocinado, habría pensado más y mejor”.
Este punto de partida me ha inspirado a escribir lo que sigue.
Solemos pensar que nuestro modelo de mundo aplica a todos y que por tanto, existen más verdades universales de las que existen en realidad si tuviéramos en cuenta que cada persona alberga lo común y lo particular a un tiempo.
Pensar que cualquier persona encontraría entre fogones lo que encontraba Sor Juana Inés de la Cruz es mucho presuponer. Si bien comparto que cierta dosis de aburrimiento es necesaria, intuyo que esa es justamente la clave, la dosis. A la vez que la duración y el contexto.
Hay dos formas de impedir pensar a un ser humano: una obligarle a trabajar sin descanso; la otra, obligarle a divertirse sin interrupción.
Porque tan malo es no aburrirse nunca como aburrirse constantemente y justo en este punto se inicia mi historia, una historia singular y a la vez común, compartida por tantos niños y adolescentes con altas capacidades que crecen en entornos que no satisfacen sus necesidades.
Desde hace más de 20 años acompaño a personas en consulta, si bien han sido los últimos diez, los que me han llevado a una comprensión más amplia sobre el ser humano y los últimos tres, a tener la suficiente profundidad además de apertura, para darme cuenta de que ante idénticas situaciones presentes, nuestras reacciones vienen condicionadas en gran medida por experiencias pasadas que la mente asocia de alguna manera. Teniendo esto en cuenta, el aburrimiento, puede ser un estresor psicosocial importante para determinadas personas, como he descubierto en mí misma recientemente y no una mera incomodidad pasajera o incluso la antesala de la creatividad, como se propone con cierto romanticismo.
Al margen de algunos pasajes aislados en obras filosófico/teológicas (Pascal y Kierkegaard) y de otros pertenecientes a pensadores como Schopenhauer y Nietzsche, el aburrimiento apenas parece haber sido mencionado. El tedio, si fue tema de un interesante análisis por parte de Heidegger en al menos dos de sus obras (2009 y 2007), al tiempo que la pereza también resultó de interés a Paul Lafargue en El derecho a la pereza. Aburrimiento, tedio y pereza podrían considerarse entonces primos hermanos.
En un sentido podemos distinguir el aburrimiento crónico del aburrimiento agudo, como respuesta donde la persona conserva sus funciones psicológicas intactas. En este último caso la persona, es capaz de sentir, al mismo tiempo que pesadumbre, cierta agitación que le lleva a buscar alternativas con el fin de superarla. Por el contrario, la apatía generalizada(anhedonia) que se experimenta en el aburrimiento crónico impide cualquier voluntad de acción.
Uno puede aburrirse de una película, de una actividad deportiva o de una materia escolar. En estos casos, basta con cambiar de actividad para superar la emoción. Sin embargo, si es tu vida entera la que te aburre, modificar el contexto puede no tener sentido. En este caso este individuo particular es el que debe modificarse a y en sí mismo, ya que el problema no radica en los estímulos externos recibidos, sino en la «experiencia de no estar enteramente en contacto contigo mismo, de estar apartado de un aspecto esencial de tu propia existencia» (Ibíd., 517).
Berstein, en tanto que psicoanalista, vería la causa del aumento de casos de aburrimiento crónico en determinados problemas generalizados durante la infancia del sujeto contemporáneo. Según él, estos problemas creaban traumas y éstos, a su vez, deberían recibir terapia para poder ser superados.
Cuando una está aburrida, se siente abandonada por aquello que activaría interés y curiosidad en esos instantes y que ocuparía su atención. Se encuentra inevitablemente sola, incomprendida y apartada.
Como mencionamos, factores cruciales serán la dosis ( agudo o subagudo/crónico) y también las experiencias previas infantiles en situaciones que hayan desencadenado esa emoción.
La función adaptativa del aburrimiento pudiera ser movilizar energía ante la situación que se percibe como amenaza para modificarla y poder satisfacer nuestras necesidades.
“Dejar vacíos o estar colmados” dice Heidegger– en lo que se refiere al trato con las cosas. El dejarnos vacíos se ha eliminado cuando cada cosa nos da lo que esperamos de ella en cada momento
En su novela La identidad el escritor Milan Kundera introduce, una teoría del aburrimiento. Existen «tres tipos de aburrimiento –afirma este personaje–: el aburrimiento pasivo: la chica baila y bosteza; el aburrimiento activo: los aficionados a las cometas; y el aburrimiento rebelde: la juventud que quema coches y rompe escaparates»
El aburrimiento es un estado en el que la persona conecta con una sensación de vacío interior y falta de sentido. Su consecuencia inmediata es la inacción, no la acción y mucho menos violenta. Este tipo de aburrimiento que en los últimos años no ha dejado de crecer algunos lo han llegado a calificar de epidemia de la Modernidad (Spacks, 1995). Sin embargo es complicado entender este incremento dentro de un mundo en que tantas cosas hay por y para entretenerse; y es que, quizá, el problema no sea el vaciamiento, sino todo lo contrario, el exceso de llenado.
Tal y como afirma Corea «[en nuestro mundo] todo huele, todo brilla, todo significa. Nuestras prácticas cotidianas están saturadas de estímulos, entonces, la desatención o la desconexión son los modos de relación con esas prácticas o esos discursos sobresaturados».
Necesitamos parar y cuerpo y mente nos piden descanso. Sin embargo, la rueda empuja y dificulta. De esta forma, terminamos llenos de nada y cuando ya no aguantamos más explotamos. Si somos adultos, este estrés crónico puede terminar en el desarrollo de enfermedades físicas y/o mentales. En la adolescencia, aún con poco control sobre nosotros mismos, es posible que rompamos escaparates, recurramos al alcohol o las apuestas o nos dediquemos de manera compulsiva a comer. Nuestros jóvenes a menudo no se encuentran vacíos ni están aburridos, sino que se encuentran llenos de nada, fatigados de tanta nada en un mundo que no les permite parar y que les muestra una y otra vez sus necesidades sociales reales insatisfechas: Conexión, autonomía y valoración.
me ha encantado. tus palabras dejan ver muchos de los prismas que tiene la palabra aburrimiento. Hoy en día tiene tan mala fama que nos hemos olvidado de esos momentos de disfrute que tiene ese oasis en el desierto, esas píldoras de aburrimiento que nos permiten descansar, desconectar, reponer, y disfrutar.
Gracias por recordarnos el valor de esos momentos de aburrimiento
Gracias a ti Mercedes, por tomarte el tiempo de leerme, de saborear las palabras y crear tu propia narrativa al sentirlas. A veces la vida —y ayer la electricidad— nos recuerda que las pausas sientan bien y pueden ser una oportunidad para reconectar. En una sociedad que busca desconectar, restaurar la conexión fue toda una metáfora.
Un saludo afectuoso!
Estefanía